Inclusión financiera y crecimiento económico
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Los países deben privilegiar el crecimiento económico como la mejor estrategia para generar más prosperidad para más personas. Con todo, para que efectivamente el crecimiento actúe como “la marea que eleva a todos los barcos por igual”, más personas deben poder acceder a los mecanismos que les permitan aportar a dicho crecimiento, y beneficiarse de él: cuenta bancaria, acceso a crédito, transferencias de dinero, derechos de propiedad, cobertura de seguros, historial laboral, registros crediticios, vehículos de inversión, incluso identidad legal reconocida, entre otros.
Ese es, justamente, el objetivo de la inclusión financiera -que en la actualidad supera con creces el de la bancarización-, y en el cual muchos países han hecho avances considerables en la última década, en muchos casos con gran protagonismo de empresas Fintech. El mundo emergente -en especial Asia y áfrica, pero también crecientemente América Latina- ha funcionado como un gran laboratorio para miles de empresas y organizaciones (privadas y estatales) que se han abocado a la inclusión financiera, ya sea como potencial negocio, misión filantrópica o política pública.
El potencial de movilidad social y aporte económico de estas iniciativas es enorme, sobre todo para mercados emergentes.
Estos actores han desarrollado -y luego implementado a escala- una gran diversidad de productos y servicios pensados para atraer grupos específicos tradicionalmente excluidos del sistema financiero por diferentes razones en distintas sociedades: comercio informal, migrantes, mujeres, trabajadores no calificados, personas analfabetas, minorías étnicas, gente sin techo, pequeños negocios familiares y otros.
Una nota de DF Sud en nuestra edición de ayer recoge un estudio que, si bien centrado en los usuarios de una sola empresa chilena, constata el efecto positivo de la inclusión financiera en las vidas de esos clientes, corroborando conclusiones similares en otras partes. Muchos de los excluidos financieramente son personas o empresas que ya son económicamente activos, pero que carecen de los recursos e instrumentos para aprovechar mejor su participación en el mercado y proteger sus derechos.
El potencial de movilidad social de estas iniciativas, unido a su aporte al crecimiento económico, bien podría ser transformador.